El divorcio no es más que la consecuencia jurídica de una ruptura de pareja, que puede producirse por múltiples motivos.
Es esencial poner de manifiesto que cualquier persona es libre de divorciarse. En nuestro sistema legal, la decisión es personal y no depende del consentimiento de la otra parte.
Expresiones como «conceder el divorcio» o similares que escuchamos en los telefilmes no son aplicables en España.
En conclusión, si uno de los miembros de la pareja decide poner fin al matrimonio, no es posible oponerse a la misma. Se iniciará a continuación un procedimiento que admite múltiples variantes, pero que terminará con la extinción del vínculo matrimonial.
Por ello, como primera conclusión, la decisión de divorciarse es personal e individual.
La decisión de divorciarse además debe ser libre. No hay que tener miedo a tomarla. Debemos plantearnos simplemente si nuestra relación es buena o mala; y si es mala, debemos reflexionar sobre si estaríamos mejor volviendo a una situación en la que no estemos casados.
Permanecer en relaciones tóxicas, en las que no encontramos la felicidad no es la mejor opción.
Con estas palabas no invitamos a la gente a divorciarse. Simplemente a decidir en libertad lo que más le conviene.
En esta fase de consideración conviene informarse previamente, sobre todo si hay hijos o posibles bienes a repartir.
Es importante además que sepamos cómo quedaría nuestra vida a nivel económico tras un divorcio, algo esencial a la hora de formar nuestra voluntad.
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